REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


Tomás Navarro Tomás, de la Fonética experimental a la Métrica española

Francisco Javier Díez de Revenga

(Universidad de Murcia)

 

 

         Una de las figuras más sobresalientes de la historia de la filología española, discípulo predilecto de Ramón Menéndez Pidal, fue Tomás Navarro Tomás, fundador en España de la Fonética experimental al comienzo de su carrera y sistematizador y maestro indiscutible del estudio de la Métrica, ya al final de sus venturosos y prologados años laboriosos de trabajo incansable. Con sus trabajos e investigaciones tanto la lengua como la literatura en españoles experimentaron avances científicos fundamentales, de los que hoy tantos filólogos se sirven para un mejor conocimiento de nuestra filología y nuestra historia literaria.

         Tomás Navarro Tomás nació en La Roda (Albacete) el 12 de abril de 1884 y llevó a cabo sus estudios primarios en su pueblo natal, así como los dos primeros cursos de Bachi­llerato, para examinarse, de acuerdo con la legislación de entonces como alumno libre, en el Instituto de Albace­te, a cuya jurisdicción docente pertenecían los colegios de enseñanza de La Roda. Como sus padres eran de Villena, allí acudió a terminar el Bachillerato, para examinarse entonces en Instituto de Alicante, donde logra el título de Bachiller en Artes.

         Seguimos para la elaboración de estos datos biográficos el trabajo de Francisco Fuster Ruiz “In memoriam. Tomás Navarro Tomás”, publicado en Al-Basit, 7, enero de 1980, así como el estudio mío “Navarro Tomás y la métrica española”, publicado también en Al-Basit, 8, 1980. Así mismo, dos trabajos tan personales como iluminador de Alonso Zamora Vicente: la Historia de la Real Academia Española, Madrid, Real Academia Española, 1999, y el titulado “En recuerdo de Tomás Navarro Tomás” recogido en su libro Los orígenes de la fonética experimental en España, publicado en Cáceres, Fundación Biblioteca Alonso Zamora Vicente, 2001.

         En 1902, se matricula en la Universidad de Valencia en la titulación de Filosofía y Letras, donde realiza los cursos comunes, que continua en 1904 en la Universidad Central, en Madrid, hasta terminar la carrera en 1906. Durante sus estudios es alumno de Ramón Menén­dez Pidal, con el que se inicia en la investigación filológica sobre en el Archivo Histórico Nacional. Bajo su dirección realiza el trabajo de licenciatura y comienza su tesis doctoral sobre la versión aragonesa del Libro de los Emperadores de Oriente, de Fray Juan Fer­nández de Heredia, Gran Maestre de la Orden de San Juan en el siglo XIV. Pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Cien­tíficas realizó una investigación dialectal por el Alto Aragón, publicada en 1908 en las Memorias de la Junta.

         En 1909 ingresa por oposición en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con un primer destino en Ávila, en el que permanece hasta 1911. En esta fecha se inaugura la colección de Editorial La Lectura "Clásicos Castellanos" con las ediciones de  Tomás Navarro Tomás: Las Mora­das de Santa Teresa de Jesús y las Obras de Garcilaso de la Vega. Trasladado al Archivo Histórico Nacional, inicia una serie de viajes para especializarse en fonética y geografía lingüística y colaborar con Menéndez Pidal en el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica. En 1912 consigue una beca de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, para trabajar en las Universidades de París con Rouselot, en la de Marburgo con Viëtor y Wrede, en la de Ham­burgo con Panconcelli-Calzia, en la de Leipzig con Sievers, en la de Montpellier con Grammont y Millardet y en la de Zurich con Jud y Gauchat. Un mapa de las visitas de Navarro Tomás a los laboratorios de Fonética más importantes de Europa figura en el artículo de Antonio Viudas Camarasa, titulado “El Atlas Lingüístico de la Península Ibérica y el dialectólogo Alonso Zamora Vicente”, publicado en el Homenaje a Alonso Zamora Vicente, congreso de la Universidad de Alicante, de 2002.

 

 

         Cuando regresó a España, en 1914, Menéndez Pidal lo nombra profesor en el Centro de Estudios Históricos, donde compatibiliza su puesto con el del  Archivo Históri­co Nacional, con las labores de director del Laboratorio de Fonética Experimental, con los cursos para extranjeros y con la gestión de la Revista de Filología Española. En 1915 inicia excursiones lingüísticas por distintas regiones españolas, visitando especialmente los archivos de catedrales, iglesias y conventos de La Rioja. En 1923 investiga sobre la lengua vasca, en colaboración con la Sociedad de Estudios Vascos y en 1925, invitado por la Universidad de Puerto Rico, comienza sus actividades americanas que comienzan con la creación del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, a iniciativa suya. En 1927 será la Universidad de Stanford, en Cali­fornia, la que lo reciba profesor visitante. Recorre diversas universidades norteamericanas y empieza su colaboración con el gran filólogo americano Aurelio M. Espinosa, Jr. En 1928 vuelve como profesor visitante a la Universidad de Puerto Rico, y realiza excursiones lingüísticas por toda la isla para el estudio del habla popular, sobre todo del lenguaje de los aborígenes y su pronunciación. Tales investigaciones las extiende a Santo Domingo y Vene­zuela.

         A mismo tiempo, por estas fechas, la fama de Navarro Tomás en el ámbito académico y científico es notable, sobre todo por algunas de sus publicaciones, entre las que se pueden citar monografías fundamentales aparecidas en estos años como  "Cantidad de las vo­cales acentuadas" (1916), "Cantidad de las vocales inacentuadas" (1917), "Diferencias de duración entre las consonantes españolas” (1918), "Lecciones de pronun­ciación española" (1921), "Historia de algunas opiniones sobre la cantidad silábica española (1921), "Metodología de la Fonética" (1921), "Pala­bras sin acento" (1925), "A Primer of Spanish Pronunciation, en colaboración con Aurelio M. Espinosa (1926), Compendio de ortología española (1927), “Impresiones sobre el estu­dio lingüístico de Puerto Rico” (1928) etc.  Pero es sobre todo su Ma­nual de pronunciación española, cuya primera edición es de 1918, el que le otorga mayor renombre en el mundo de la filología hispánica. El Manual llegó a tener diecisiete ediciones entre esa fecha y 1977. En la década de los sesenta, cuando yo realicé mis estudios de Filología Románica (1963-1968) en la Universidad de Murcia con el profesor Muñoz Cortés, utilizábamos como manual de fonética el libro de Navarro Tomás.

 

Tomás Navarro Tomás, Ramón Menéndez Pidal,

Homero Serís, Américo Castro y Pedro Salinas.

 

 

         En 1922 había logrado que se creara la plaza de director de la Biblioteca del Centro de Estudios Histó­ricos, a la que se trasladó y en la que permaneció hasta 1936.  En tal puesto llevó a cabo, a partir de entonces, algunas empresas que han pasado a la historia por la puerta grande. Por ejemplo, idea suya fue la creación en 1930 del Archivo de la Palabra, en el que recogió las voces de los escritores y pensadores españoles más destacados de su época. Subvencionado el proyecto por la Dirección General de Bellas Artes, será en 1931, siendo director Ricardo de Orueta, cuando se da comienzo a las primeras grabaciones dirigidas por Tomás Navarro Tomás, de las que extrae datos precisos sobre el español de aquellos años, así como de las maneras de decir de una representación de la cultura española en la voz de sus protagonistas.

         La primera colección está formada por 29 discos con textos originales de sus autores en sus propias voces, grabados entre diciembre de 1931 y febrero de 1933, de los que se editaron 50 ejemplares de cada uno, exceptuando los de romances, de los que sólo se editaron 20. Corresponden a Azorín, Juan Ramón Jiménez, Pío Baroja, Ramón Menéndez Pidal, Santiago Ramón y Cajal, Miguel de Unamuno, Niceto Alcalá Zamora, Manuel B. Cossío, Ramón del Valle-Inclán, Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, Armando Palacio Valdés, Concha Espina, José Ortega y Gasset, Jacinto Benavente, Miguel Asín Palacios, Leonardo Torres Quevedo, Fernando de los Ríos, Ignacio Bolívar, Vicente Medina, José Vera, Mariano Benlliure, Eduardo Marquina, Manuel Linares Rivas y Ricardo León, junto a los romances recitados por Lorenzo Rodríguez Castellano, Estrella Sananes y Johebed Chocron, Enrique Borrás y Margarita Xirgu.

         La segunda colección, también reunida por Navarro Tomás para trabajos lingüísticos, se compone de 146 discos de palabra –dialectos, recitados, alocuciones políticas–. El grupo más numeroso lo componen formas dialectales de alemán e inglés comprados a la Biblioteca de Berlín; por otro lado, están recogidas las voces de Catalina Bárcena, Ricardo Calvo, Josefina Díaz de Artigas, Enrique Borrás, Berta Singerman, Federico de Onís o Rafael María de Labra; discursos políticos de Miguel Primo de Rivera o Francesc Maciá, o la intervención del propio Navarro Tomás leyendo ejercicios de pronunciación.

         Ian Gibson, en su biografía Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado, recoge una anécdota tremenda sobre las dificultades que hubo para grabarle la voz a Antonio Machado, con quien Navarro Tomás recorrería años después el itinerario del “último viaje”: “De Navarro Tomás, cuenta el hispanista irlandés, tenemos otro recuerdo casi tan emocionan­te. Antes de la guerra el fonólogo había querido registrar la voz Machado para el Archivo de la Palabra, cuya abultada parafernalia estaba instalada en el madrileño Centro de Estudios Histó­ricos justo detrás del hotel Palace, en la calle de Medinaceli. Pe­ro el poeta siempre aducía una excusa. Un día, desesperado, Navarro Tomás le había hecho escuchar la voz de Valle-Inclán, grabada poco antes de su muerte. Se sorprendió sobremanera al ver que An­tonio Machado lloraba. «Cuando usted quiera, registramos», dijo el poeta. Pero ya era demasiado tarde. A las pocas semanas se produjo la sublevación de los generales rebeldes.”

         En 1931, dio comienzo la organización de los trabajos del ALPI, el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica, del que se en­comendó la dirección Navarro Tomás, quien organizó tres equipos, que dominaban determinadas zonas lingüísticas, con dos especialistas al frente:

 

 

Navarro Tomás y el viejo Ford

del equipo investigador del ALPI.

 

         Zona castellana: Aurelio M. Espinosa, Jr., nativo de lengua es­pañola de familia de Nuevo Méjico, USA; y Lorenzo Rodríguez Castella­no, de Asturias.

         Zona catalano-valenciana: Manuel Sanchis Guarner, valen­ciano, y Francisco de B. Moll, mallorquín.

         Zona gallego-portuguesa: Aníbal Otero, gallego, y Rodrigo de Sa Nogueira, portugués, que sería sucedido por Armando Nobre de Guzmao y por F. Lindley Cintra.

         En 1930 fue nombrado profesor de Fonética de la Universidad de Madrid y en 1934 Académico de la Real Academia Española en el sillón correspondiente a la letra "h minúscula", que antes había ocu­pado el Dr. Carlos María Cortezo y Prieto de Orche. Leyó el discurso de recepción el 19 de mayo 1935, sobre "El acento castellano". Ese mismo año acudiría como profesor invitado al Institut d' Etudes Hispaniques, de París.

         Durante la Guerra de España, las actividades de Navarro Tomás no sólo no cesaron, sino que se incrementaron notablemente ya que adquirió nuevas e importantes responsabilidades: director acci­dental de la Biblioteca Nacional, vicepresidente de la Junta de Protec­ción del Patrimonio Artístico, secretario general de la Junta para Am­pliación de Estudios. Trasladado a Valencia, fue cofundador Madrid. Cuadernos de la Casa de la Cultura (1937-1938) y fundador de Hora de España. Prologó el libro Viento del pueblo de Miguel Hernández, que editó Socorro Rojo de España en 1937, con un texto emocionante titulado “Miguel Hernández, poeta campesino de las trincheras”, en cuyos párrafos finales descubrimos la sensibilidad poética de Navarro Tomás y sobre todo su oído de fonólogo, atento a la pronunciación del poeta y al timbre y tono de voz del jovencísimo Miguel Hernández, en aquellos momentos tan duros de lucha en los frentes de la Guerra de España; “Sus veinticinco años cargados de experiencia, fe­cundados con las enseñanzas de la vida pobre, áspera y difícil, han madurado su figura varonil y su alma de pastor, poeta y miliciano. Siente con amplitud y pro­fundidad la tragedia de España, el sacrificio del pueblo y la misión de la juventud. Sirve a su pueblo como poe­ta y como soldado. Su espíritu, encendido en un puro ideal de justicia y libertad, se vierte generosamente en sus composiciones poéticas y en su vida militar. El caudal de sus sentimientos lucha con la dificultad de la palabra y del verso, sin encontrar siempre la forma de expresión justa y adecuada. Se percibe la pugna in­terna entre el ímpetu de una vigorosa inspiración y la resistencia de un instrumento expresivo insuficiente­mente dominado. Pero esta misma norma, labrada con visible esfuerzo y tenacidad, contribuye en cambio a reforzar la impresión de honda y cálida sinceridad emocional que sus composiciones reflejan.

         En el efecto de sus recitaciones, las cualidades de su estilo hallan perfecto complemento en las firmes in­flexiones de su voz, en su cara curtida por el aire y el sol, en su traje de recia pana, en su justillo de velluda piel de cordero y hasta en el carácter de su dicción, fuertemente marcada con el sello fonético del acento regional. Sus ademanes son sobrios y contenidos y su expresión enérgica, grave y concentrada. Hay una ar­diente exaltación en el recogimiento de su gesto y en la fijeza e intensidad de su mirada. No es de extrañar que, como él mismo dice, su espíritu se sienta más compe­netrado con el aliento de los campos de Castilla que con el de los huertos levantinos. La dignidad del tono, del ritmo y del concepto hacen revivir en sus labios en muchos pasajes las resonancias épicas del Roman­cero.”

         En 1937 viajó a Rusia al frente de una delegación cultural española y también asistió a congresos de bibliote­cas y de fonética en Bruselas, Gante y La Haya. Memoria de ese viaje ruso fue su libro España en la Unión Soviéticas. Impresiones de viaje, publicado en Barcelona en 1938, a donde se trasladó finalmente. En Valencia y en Barcelona compartió muchas horas con Antonio Machado. Gibson lo cuenta en su biografía: “Machado recibe otras visitas en la Torre Castañar. Entre ellas su hermano José recordaba especialmente las dominicales del maes­tro Gustavo Torner, especialista en las canciones populares espa­ñolas, y del fonólogo Tomás Navarro Tomás, que daban lugar a que se abriera el viejo piano de la marquesa de Moragas y la música ale­grara un poco aquel ambiente triste y cargado de tétricas premo­niciones. El poeta, según José, «escuchaba con deleite la voz de una bella joven que hacía el exponente de varios temas populares». Tam­bién asistía a aquellas reuniones «un filósofo catalán que tocaba con gran personalidad famosas sardanas». El filósofo es Joaquín Xirau, rector de la Universidad de Bar­celona y colaborador de Hora de España, que había tratado a Ma­chado en Segovia y en Madrid. Xirau recordará desde el exilio que el propio Machado también intervenía en aquellas sesiones, in­cluso cuando caían las bombas franquistas sobre la ciudad, y re­calcará la importancia concedida por el poeta a las letras de las can­ciones populares.”

   Ya en 1939, cuando las tropas franquistas estaban ya en Tarragona, parte con un grupo de intelectuales para Francia. Fue compañero, como se ha señalado, del último viaje de Antonio Machado. Así lo cuenta Gibson, relatando un descanso en el camino en una masía catalana: “Durante la larga noche pasada en Mas Faixat, recordará En­rique Rioja, catalanes y castellanos «comulgaban en el mismo y co­mún dolor. Allí, en un viejo diván, don Antonio conversaba, pau­sado y sereno, con Navarro Tomás, Corpus Barga y otros. En algún otro lugar Caries Riba hablaba, en un ambiente de tristeza, con un grupo de escritores. La luz mortecina, la desesperanza mucha y la fatiga que se apoderaba de nosotros [...] creaban un ambiente que imagino es el de todas las retiradas ante el acoso de los vencedo­res que avanzan»”. Ya en Francia, el 28 de enero de 1939, Corpus Barga y Navarro Tomás se dirigirían a Perpiñán para conseguir, del ministro de Estado de la República española Julio Álvarez del Vayo, dinero y una carta en la que la Embajada se hace cargo de todos los gastos de Machado y su familia.

         En febrero de 1939 se traslada a EE. UU, y comienza en Nueva York, en la Universidad de Columbia su largo exilio personal y profesional como profesor de filología. Impartió cursos sobre el español en América, Fonética, Métrica e Historia de la Lengua Española. Organizó también un Semina­rio lingüístico para tesis de licenciatura y doctorado sobre temas espa­ñoles. Su magisterio se desarrolló en numerosas universidades, entre ellas, la Universidad de Puerto Rico, Stanford University (California), Middlebury College (Vennont), Duke University (Durham, North Ca­rolina), Florida State University (Tallahasee, Florida). Dirigió la Revista Hispánica Moderna, en la Universidad de Columbia, desde 1939 hasta su ju­bilación en 1957.

         Su biógrafo, Francisco Fuster Ruiz, hace un balance de esta etapa: “No obstante la brillantez de su actuación en esta etapa norteameri­cana, se le nota un decaimiento en su labor creadora, lejos de España y de su querido Centro de Estudios Históricos. Es el terrible drama del es­critor desarraigado, del científico alejado de las fuentes de donde brotaba su inspiración creadora. Sobrecoge pensar en lo que habrían adelanta­do las ciencias filológicas en España de haber podido seguir sin interrup­ciones en nuestro país el gran equipo creado por Ramón Menéndez Pidal y del cual Tomás Navarro Tomás era su cabeza más visible. Ha sido el terrible drama de la guerra civil, que hizo retroceder sensiblemente el avance de 'la cultura y de la ciencia en España.”

         Zamora Vicente, que compartió con Navarro Tomás los días del Centro de Estudios Históricos, lamenta que su marcha al exilio interrumpiera tantas cosas: “Pero habíamos decidido terminar este repaso a la actividad de Navarro en los momentos en que la huida de España clausura una etapa creadora y feliz. Pero la vida sigue, los crepúsculos advienen, implacables, y con ellos nuevas gentes, nuevos horizontes. En otro sitio he contado cómo fue la actitud de la Real Academia Española frente a los decretos de expulsión, depuración, o como queramos llamarlos. Entre 1939 y 1978, Navarro siguió publicando caudalosamente, redondeando con sus contribuciones numerosos perfiles de la patria celeste, esa zona de ensueño en que se convierte la tierra natal desde el destierro, como Dante quería. Se avivó su curiosidad por Hispanoamérica, por la métrica, por las hablas locales, incluso por tímidas interpretaciones de los mapas del ALPI (del único tomo publicado). Por fin vimos impreso El español en Puerto Rico, materiales acarreados en 1927 y publicados en 1948. He visto en ese libro, asomándose tras las sombras de una página, esa patria del destierro, la misma, aunque con otras aristas, que llevó a Américo Castro a entrever La realidad histórica de España, o la que nutre la hondura poética de Pedro Salinas, aislándose en Puerto Rico tan sólo para oír hablar español, o la fascinadora de los últimos poemas o prosas de Juan Ramón. No pretendo con estas resurrecciones revestir a nuestros maestros de avulgarados heroísmos tamborileros, toda esa retórica vana que enguirnalda el destierro. Todos, grandes y chicos, lo vivieron y su propio afán de futuro supo ayudarles. Nada de oropeles. Solamente laboreo, responsabilidad, ánimo abierto hacia el futuro colectivo. Es la gran lección de este puñado de españoles egregios, los que, vuelvo a repetirlo, en unos años, le dieron la vuelta a nuestra imagen en el mundo, incorporándonos plenamente al panorama de la ciencia europea. Y debemos olvidar nuestras inevitables chinchorrerías. La obra del Centro de Estudios Históricos se asoma en nuestro quehacer de cada día, grande y delicada, y ha prevalecido por encima de rencores y añagazas, y prevalecerá sobre la exaltación facilona y el ditirambo hueco y ñoñón. De todo hubo cuando Dios quiso, y todo se ha borrado bajo una exculpadora sonrisa. Aprendamos de su trabajo generoso y tenaz, del que tantas generaciones de estudiosos nos hemos venido aprovechando.”

         Pero a pesar de este alejamiento de las fuentes de investigación, To­más Navarro Tomás siguió su actividad editorial. Entre sus publicaciones de los años del exilio se cuentan: "Desdoblamiento de fonemas vocálicos" (1939), "El grupo fónico como unidad melódica (1939), "Rasgos esenciales de las vocales castellanas (1942), Cuestionario lingüístico hispanoamericano (1943), Ejercicios fonéticos (1943), Manual de entonación española (1944), Estudios de fonología española" (1946, y va­rias ediciones más), El español en Puerto Rico (1948), "El octosílabo y sus modalidades (1952), Métrica española: reseña histórica y descriptiva (1956, y varias edicio­nes más), Guía de pronunciación española (1956), Documentos lin­güísticos del Alto Aragón (1957), Arte del verso, (1959), Atlas lin­güístico de la Península Ibérica (1962), "Geografía peninsular de la pa­labra "aguja" (1963), "El sentimiento literario de la voz" (1965), ''Me­todología lexicográfica del español hablado" (1968), Repertorio de es­trofas españolas (1968), Studies of Spanish Phonology (1968), Spa­nische Aussprachlehre (1970), Los poetas en sus versos: desde Jorge Manrique a García Larca (1973), Capítulos de Geografía Lingüística de la Península Ibérica (1975).

         Murió el 16 de septiembre de 1979, en Northampton, Massachussets, a los 95 años.

         La labor realizada en América por To­más Navarro Tomás, en el campo de la filología hispánica y durante los últimos cuarenta años, no puede ser condensada en unas breves líneas. Porque Navarro Tomás con su obra ha allanado los terrenos de la investigación literaria en el campo de la métrica y ha conseguido que es­ta parcela de los estudios literarios se convierta, frente a lo que común­mente. Se cree, en una tarea de estudio grata y llena de sentido. La mé­trica es hoy posible como camino de aproximación al autor, como me­dio para mejor comprender al poeta que se ha servido del verso para su creación artística y que, voluntariamente, ha llevado a cabo una elección entre un cúmulo de posibilidades -en español más rico que en ninguna otra lengua- rítmicas, métricas poéticas en definitiva.

 

         Gracias a los profundos y rigurosos estudios de Navarro Tomás, la métrica española ha dejado de ser ciencia de contables, abierta sólo a unos pocos, y se ha convertido en indispensable instrumento de acerca­miento al estilo, de necesario medio de comprensión de ese vínculo en­tre significante y significado, entre forma y contenido, o entre espíritu y técnica, que constituye el estilo.

         Hoy día, en que tanto y tan justamente se valora el comentario de textos como educativo y metodológico modo de comprensión de la obra literaria, hemos de considerar más que nunca las aportaciones de Nava­rro Tomás a nuestro arte del verso, que supo y pudo revolucionar y sis­tematizar con evidentes y óptimos resultados positivos. Revolución que era ciertamente ineludible teniendo en cuenta los superficiales y descrip­tivos tratados precedentes. Y sistematización laboriosa que consiguió con un método riguroso, personal y múltiple.

         La obra de Navarro Tomas, en lo que al arte del verso se refiere, queda reducida, a pesar de su gran importancia y significación, a sólo cuatro libros, de distinto tono, contextura, finalidad y resultados, aun­que todos ellos son exponentes de una teoría métrica coherente, mante­nida a 10 largo de los años, y expresada con extraordinaria claridad y precisión.

         Es obligado señalar que el primero y más importante de ellos es el titulado Métri­ca española (Reseña histórica y descriptiva) al comenzar el análisis de estos libros. Apareció su primera edición muy lujosamente impresa y encuadernada, en 1956, editada por la Universidad de Syracu­sa en el estado de Nueva York, que volvería a publicarla en 1966. Fue ésta una obra que tardó mucho en conocerse en España, a donde llega­ban pocos ejemplares y a precios altísimos, pero su novedad, y sobre todo, el hecho de que se convertía en el primero, y durante muchos años único, instrumento del estudio de la métrica, había de confirmarlo co­mo obra fundamental en esta parcela de estudios.

 

 

Edición española de la “Métrica”

 

 

         Navarro Tomás ofreció esencialmente dos novedades, basadas, en efecto, en el doble planteamiento del libro: de un lado, su carácter his­tórico, es decir, su consideración como estudio diacrónico de la métri­ca española a través de los siglos, desde el mester de juglaría al postmo­dernismo. Y de otro, su carácter descriptivo, y por ello, definidor de los modos y procedimientos que han forjado la métrica a lo largo de to­dos los siglos de nuestra literatura.

         Ni qué decir tiene que la investigación llevada a cabo, para poder establecer la frecuencia e intensidad de cada fenómeno métrico a lo lar­go de nuestra historia, reviste notas de patente exhaustividad y pone de manifiesto el rigor y la seriedad que cada uno de los planteamientos va adquiriendo. El lector de esta Métrica española llega a alcanzar así, con su lectura y estudio, el más completo panorama de los usos métri­cos de cada uno de nuestros autores, nuestras épocas o tendencias con una visión detallada y globalizadora al mismo tiempo.

         Todo esto sería más que suficiente para ponderar el valor de una obra tan ambiciosa. Pero, además, hay que hacer notar, junto a los cla­ros rasgos de organicidad y precisión, de equilibrio entre todas y cada una de las partes del libro, la constante aportación que suponen para el conocimiento y comprensión de una parte importante de nuestros escri­tores.

         El libro finaliza con las páginas dedicadas a un amplio período que recibe el nombre de "Postmodernismo", especie de depósito común de numerosos autores de muy distinto temperamento estético. Quizá sea este último capítulo el que adolezca de la delimitación necesaria, com­prensible, sin embargo, por la fecha de su redacción y primera publica­ción. A pesar-de esto, las ediciones posteriores de la Métrica mantienen la misma redacción, aunque en la tercera y cuarta se añadieron índices de materias y autores. (Esta última se publicó en Barcelona en 1974 por el grupo editorial Guadarrama-Labor, con gran difusión entre los estu­diosos y especialistas así como entre el gran público culto de este país). Por todo esto, mi libro La métrica de los poetas del 27 (Murcia 1973) quiere ser un modesto continuador de la labor empezada en este último período de Navarro Tomás, y pretende poner orden en el terreno de esos poetas del 27, que tan amplio como consciente uso hacen de todos los recursos de nuestra métrica.

         A pesar de cuanto llevamos dicho, no hemos hecho aún referencia a la que considero la aportación más definitiva de Navarro a nuestra crí­tica literaria desde el ángulo de la métrica: la consideración de las moda­lidades rítmicas de nuestros versos como algo relacionable con el conte­nido de los poemas, la adecuación del verso al espíritu, al tema o al sen­tido de un poema. El estudio histórico llevado a cabo, demuestra cómo, en muchos casos, el poeta ha sido consciente de esta exigencia, y cómo en otros ha respondido a una actitud puramente intuitiva de acertados resultados.

         De esta forma, el ilustre filólogo manchego concedió a la métrica un importante protagonismo en el estudio de los poetas y le otorgó un papel activo al verso en el conjunto de los ingredientes que forman el es­tilo de un autor, en consonancia con un amplio movimiento filológico europeo que así lo venía propiciando: formalistas rusos, Jakobson, Kay­ser, Fubini, etc. etc. Navarro Tomás, con su aportación histórica y des­criptiva, imponía de manera definitiva a estos estudios la precisión y cer­teza de una teoría ampliamente comprobada.

         Complemento de este manual, fueron dos libritos de menor tama­ño que, publicados en América alcanzaron numerosas ediciones. Por lo menos así ocurrió con el titulado Arte del verso, cuya primera edición, de 1959, se vería sucedida por reimpresiones que alcanzaba la 6ª edición en 1976. Se trata de un resumen del manual anterior destinado a la en­señanza media. Las ediciones de Arte del verso eran publicadas en Méxi­co por la Colección Málaga. El otro, publicado en Las Americas Publi­shing Company de Nueva York en 1968, es un Repertorio de estrofas españolas, que supone una ampliación del apartado que con este título figura en Métrica española, con la presencia de ejemplos sobre 548 va­riedades distintas.

         La labor de Navarro Tomás no se redujo en el campo de la métrica a estos tres interesantes manuales, sino que, además, fue publicando tra­bajos monográficos en distintas revistas americanas y en diversos home­najes de éste y del otro lado del mar, muchos de ellos inasequibles o de difícil localización, a no ser por su reedición, hace pocos años, en un libro que reúne todos estos ensayos, titulado Los poetas en sus versos: desde Jorge Manrique a García Larca, cuya publicación en Barcelona, en 1973, permitió el conocimiento general de estos trabajos junto a otros total­mente inéditas.

 

 

Los poetas en sus versos

 

 

 

         Quizá sea ésta la mejor obra, por lo menos la más personal, la que da mejor la medida del investigador y del estudioso especializado, entre las que Navarro Tomás dedicó a la métrica. Y es que está constituida por reflexiones sobre autores españoles con detalladísimas comprobaciones métricas que le llevan a resultados, en alguna ocasión, distintos a los que desde hace mucho tiempo permanecen establecidos en nuestra crítica e historia literaria. Por eso este libro contiene un doble interés general: pri­mero, por lo que aporta sobre los trece autores estudiados, y segundo, por demostrar, con extrema claridad y evidencia, lo fundamental que es la métrica en el estudio de nuestra poesía y nuestros autores. Hay ade­más dos ensayos magistrales -y en cierto modo clásicos ya dentro de los estudios de la especialidad- sobre el octosílabo y el endecasílabo, junto a un tercero que, menos ambicioso, recoge su opinión sobre el verso libre a propósito de la aparición del libro de López Estrada sobre Métrica es­pañola del siglo XX.

         Sin entrar en un estudio detallado de estos trabajos, vamos a valo­rar algunas de las aportaciones para observar su trascendencia y sentido. Y debemos comenzar por el dedicado a la "Métrica de las Coplas de Jor­ge Manrique", que se constituye en un estudio completísimo con revi­sión de todos los detalles referentes al verso de las Coplas. Tanto en las distintas modalidades del octosílabo como en las diferentes combinacio­nes del tetrasílabo, así como las excepciones surgidas en el desarrollo del poema. Hay un buen estudio de la rima y sobre todo muy renova­dor es el análisis de la "armonía vocálica" que supone verdaderamente una aportación" novedosa y sugestiva al estudio de la obrita manriqueña.

         La revisión está realizada con criterios exhaustivos valorando de­talladamente todos los datos que maneja, procedentes de una contabi­lización total. Asegura Navarro Tomás que el carácter bien equilibrado y admirablemente armónico de las Coplas se debe exclusivamente a un criterio artístico. Se trata, como señala, de una "compleja y refinada es­tructura métrica", que encierra, en definitiva, dos grandes aciertos: "cir­cunstancias especiales de sensibilidad e inspiración, merced a las cuales, el poeta, más que en otras ocasiones, acertó a encontrar en las palabras y en los versos su pleno sentido y su escondida virtud musical" y "en su sosegado compás y en su moderada entonación, las estrofas de este poe­ma muestran esencial concordancia con los rasgos más significativos del acento castellano".

         La admiración por Jorge Manrique, patente en este trabajo, palide­ce si se observan en los siguientes estudios, lo términos y el acierto del enfoque con que revisa la métrica, la musicalidad y el ritmo en Garcila­so de la Vega. "La musicalidad de Garcilaso", el primero de estos estu­dios, revela emoción y afecto desde las primeras palabras: "Se halla ya lejana su imagen como caballero cortesano y como soldado valeroso. Queda en sus obras, como nota viva y permanente, junto a la última me­lancolía de una ilusión amorosa nunca lograda, la suave armonía que les imprimió su fina sensibilidad artística." Su objetivo, en este estudio, se centra en tratar de descubrir las causas y circunstancias en que se funda el sentido de la armonía y musicalidad patentes en Garcilaso y funda­menta su sentido del ritmo en un conocimiento directo de Petrarca. Para comprobarlo, lleva a cabo un pormenorizado análisis del endeca­sílabo garcilasiano, aplicando los datos habituales y relacionándolo con Petrarca.

         También hace referencia, al final, a otros factores que han influido en el poeta toledano, como son el hecho de que su fonología sintáctica, a pesar de su antigüedad, suene con acento tan natural y moderno. El mismo carácter suave del murmullo del río Tajo es el que da vida y so­nido a sus versos, junto al susurro de las abejas en el silencio de la selva.

         Todavía, en el siguiente artículo sobre "El endecasílabo en la Églo­ga Tercera de Garcilaso", volverá Navarro Tomás al estudio del poeta toledano en un trabajo que vale como prueba de que las modalidades del endecasílabo en este poeta están adecuadas al contenido. El predo­minio de los tipos sáfico y melódico, los de más apacible musicalidad, alcanzan en esta égloga un total de 64,3 % del total de los versos y reve­lan esta evidente adecuación. Navarro señala que "ambas modalidades forman un acorde de dulce sonoridad en concordancia con el ambiente del verde y apacible soto donde ejecutan sus bordados las ninfas del Tajo". Y procede al sistemático estudio de la importancia que tiene la combinación de acentos para la impresión de apacibilidad del poema en su conjunto, tras lo que llega a la final conclusión de que la égloga "se muestra como una obra artística de sólida y trabada construcción y de delicados y pulidos detalles", acorde con lo que ha investigado en torno al endecasílabo y su distribución artística en el poema.

         Otro artículo revelador es "El endecasílabo en Góngora", que intere­sa sobre todo como reflejo de que los estudios de Navarro aportan algo nuevo a la crítica literaria establecida sobre un autor, tan definitivamen­te estudiado, al parecer, como Góngora. Tras someter cuidadosamente al análisis métrico la obra del poeta cordobés, en comparación con otros autores como Garcilaso, por ejemplo, llega a la conclusión de que los endecasílabos no responden musicalmente como podría esperarse, habi­da cuenta de la perfección de su-arquitectura: "Lo que se echa de me­nos es su acción colectiva en el temple y color de cada obra". . .

         "Es forzoso reconocer que el arte del insigne poeta, tan agudo y sutil en otros aspectos, no se ejercitó con análogo refinamiento en el cultivo de estos recursos tan aptos para traducir el espíritu del poema. Acaso no sea ajena esta circunstancia al hecho de que sus composiciones, de tan elevada confección artística y de métrica tan elaborada y preciosista, no hayan alcanzado especial admiración respecto a su musicalidad. Sus ver­sos son universalmente celebrados por el encanto que ejercen sobre la mente, más que por el halago que producen en el oído".

         Después de estas afirmaciones, un análisis de los tipos rítmicos del endecasílabo corroborado por la observación de la poca importancia que el sonido ―frente a la forma o el color― tiene en la obra de Góngora, llega a la conclusión de que en lo melódico, en lo que a armonía y musi­calidad del endecasílabo se refiere, Góngora "no superó un común nivel que tampoco otros muchos han sobrepasado".

 

 

En sus años de EE. UU.

 

 

         Estudios sobre Sor Juana Inés de la Cruz, la Avellaneda y Rubén Darío conducen a Navarro Tomás a los poetas de nuestro siglo, entre los que Antonio Machado recibe un cariñoso y preferente trato, en una de las mejores aportaciones al estudio de un poeta cuyo cultivo de la mé­trica queda frecuentemente relegado en los estudios que a él se dedican. Para ello elabora un análisis pormenorizado de la actitud machadiana ante el verso, recogiendo detalladamente todas las modalidades utiliza­das por Machado, así como las estrofas habituales y más raras, para con­cluir que el repertorio del poeta sevillano, a pesar de ser relativamente pequeño (en comparación con el modernismo por ejemplo) está presidi­do por una extraordinaria variedad. "El rasgo más importante de tal va­riedad es su carácter natural y espontáneo, como si se hubiera produci­do por puro reflejo de los movimientos de la sensibilidad del autor en la composición de sus poemas".

         Pero lo más interesante del artículo es, sin duda, la aportación al entendimiento del poeta y las revelaciones en torno a una adecuación métrico-temática, a una coincidencia entre el espíritu y- el verso en An­tonio Machado: "De este modo, la versificación de Machado resulta a la vez sencilla y compleja, antigua y moderna, clásica, y popular. A través de su obra, mientras de una parte fue desnudando sus versos de noveda­des externas, de otra fue ahondando en la elaboración Y refinamiento de lo familiar Y tradicional".

         En distinto sentido, destaca también el artículo titulado "Juan Ra­món Jiménez y la lírica tradicional", que rompe desde el principio con la idea común de que su poesía se halla presidida por rasgos tales como "el haber sido elaborada con especial refinamiento y ajeno a toda influen­cia popular, y el haber prescindido de la ordinaria versificación regular a partir de la publicación de su Diario de un poeta recién casado, 1917."

         El artículo pone de manifiesto lo equivocado de afirmaciones co­mo las precedentes y revela el gusto por la canción tradicional del poeta de Moguer, gesto mantenido a lo largo de toda su vida, con utilización de numerosos recursos tomados de la lírica tradicional. La fe de Juan Ramón en sus "canciones" fue incluso comentada en Nueva York por el propio poeta con Navarro Tomás, lo que hacía ver el permanente y po­deroso afecto del autor andaluz por la poesía forjada en los moldes de lo popular.

         Tres son los poetas del 27 que Navarro Tomás estudia en algún as­pecto de su métrica, desde la maestría de Jorge Guillén hasta la intui­ción rítmica de García Lorca, no sin antes haberse referido a Pedro Sa­linas y al disco grabado sobre El Contemplado, leído por el propio poe­ta. Este último artículo sobresale de los demás porque en él se advierten dos valiosos enfoques llevados a cabo por el filólogo manchego:

         a) Su interés, ya expresado en el artículo sobre Machado, por las "inscripciones" en disco de la voz de los poetas para conocer mejor la métrica y entonación del poema. En este caso, una perfecta lectura por Salinas de El Contemplado es la que revela indudables secretos sobre as­pectos rítmicos.

         b) La comprensión que Navarro es capaz de hacer de la métrica de un autor difícil en este aspecto como es Pedro Salinas. Su versificación, resume Navarro, "se redujo a la simple serie suelta o vagamente asonan­tada en cortos versos de ocho, siete o seis sílabas, con auxiliares meno­res, y menos frecuentados en endecasílabos y heptasílabos".

         No vamos a detenemos más en aspectos y detalles numerosos que aparecen en las obras de Navarro Tomás y que se constituyen en valio­sas aportaciones a nuestra crítica e historia literaria. Volviendo a la im­portancia de las obras comentadas en primer lugar, no podemos sino ela­borar una positiva conclusión al terminar este trabajo de evocación y re­cuento. Con una obra crítica en realidad muy breve, con un estilo preci­so y acertado, con un método directo basado en datos objetivos laborio­sos, consigue el ilustre filólogo renovar muchos de los planteamientos críticos sobre nuestra historia literaria, a lo que sin duda contribuye con su solvencia el preciso, sistemático y magistralmente articulado manual histórico y descriptivo de nuestra métrica.